Cuidarnos de los mentirosos

Por: Ramón Antonio Veras
 
I.- Miedo a los ratones y a los mentirosos
 
1.- Aunque sea en forma circunstancial, históricamente, el ser humano ha estado bajo la influencia del miedo, sin que por esa situación se pueda calificar como miedoso; hasta el más valiente ha tenido momentos de temor. Aquellos que creen en alguna fuerza o influencia no explicable por la razón, los supersticiosos, difieren de los temerosos, porque fijan su cobardía en algo que no están en condiciones de explicar.
 
2.- Recientemente, en el curso de una entrevista que se me hizo en un programa de televisión que se origina en un canal en la ciudad de Santiago de los Caballeros, el entrevistador me preguntó a qué le tenía temor. No lo pensé dos veces para responderle que en mi vida me producen miedo los ratones y los chismosos. Mi actitud de rechazo a los roedores, me lleva a tener en mi hogar siempre, por lo menos, cinco gatos porque los considero sus más firmes adversarios. La turbación que me generan las ratas la ligo al espacio físico donde estaba ubicada la vivienda donde nací y permanecí los primeros años de mi niñez. En lo que se refiere a los murmuradores, mi aprensión hacia ellos es ocasionada por el proceder deslenguado que afecta a amplios segmentos sociales con los cuales me ha correspondido vivir en mi adultez.
 
3.- Debo admitir que me ha sido más fácil vencer el pánico hacia los ratones, que el horror que me causan los cizañeros. Los felinos se encargan de mantener alejados a los animalitos que me alarman, pero a los difamadores no hay forma de pararles sus lenguas cargadas de veneno. El ratón es, hasta cierto punto, inofensivo, porque solamente ataca cuando es colocado en una encrucijada. Pero el habitual chismorreador no se detiene nunca en su afán de despellejar al ser humano más noble. La mala impresión causada por la presencia del ratón, no se compara nunca con la irritación que motiva el chismoso que perturba hasta con la referencia que se hace de su perniciosa persona.
 
4.- El miedo que generan los ratones es circunstancial, pasajero y puede evitarse. Pero el pavor que motiva el chismoso es permanente, no efímero. Es posible eliminar una plaga de ratones fumigando su madriguera, pero para quitarse de encima a un difamador hay que higienizar a toda la sociedad, o una gran parte de ella, porque el calumniador está afectado de un quebranto sistémico que lo impulsa a ser perverso, haciendo de la censura maldita su pasatiempo favorito. El maldiciente se siente realizado cuantas veces ultraja a su víctima llevándola hasta el más profundo martirio.
 
5.- Dentro de mi temor a los ratones he llegado a ser con ellos mentalmente tolerante, al reconocer que en ocasiones han sido de provecho para la sociedad humana, porque han servido para investigaciones científicas favorables a la humanidad. Pero no puedo decir lo mismo de los aficionados al chismorreo que solo sirven para dañar a los demás. El liante está en el medio solo para traer pesares hasta a los que no conoce, porque como malévolo que es mortifica a inicuos y virtuosos.
II.- Proceder del mentiroso
 
6.- En el mentiroso están reunidas todas las condiciones perversas que colocan a las personas en estado agrio; tienen habilidades para que el mal humor llegue negativamente a la conciencia de aquellos a quienes procuran colocar permanentemente enfadados, ásperos, belicosos y de cualquier manera disgustado. El que miente busca con su malevolencia que a quien daña se sienta anímicamente enconoso, y nunca alegre.
 
7.- Para ganar confianza, el mentiroso actúa con simulación la que acompaña de zalamería, adulación y otras actitudes mimosas. No es fácil descubrir las bellaquerías de quién miente, porque ejecuta sus maldades envueltas de halagos, monerías y poses que maneja con suma hipocresía, fingimiento y cuantas trampas puede poner en su accionar de engañador y farsante.
 
8.- El embustero quebranta la fidelidad porque está hecho para la traición. Actuar con villanía es un deleite para el que hace gala de la falacia. El falso es un individuo ingrato, de dos caras, alevoso y jugador a dos bandos. Nunca práctica la franqueza porque no sabe ser fiel. Expresa sus mentiras con el vicio de menudear a fin de que la frecuencia de su falacia sea aceptada como veraz.
 
9.- Nadie escapa de las maquinaciones del mendaz, porque no se detiene ante nada ni ante nadie. Lo suyo es disminuir, menguar y como quiera poner en decadencia la honorabilidad de quien merece respeto y distinción en el medio donde vive. Busca causar perjuicio, hacer ver al decente como indecente, desacreditar para menoscabar al respetuoso, y manchar honras forma parte de su arsenal diabólico e infame.
 
10.- Porque el trolero está diseñado para motivar pesadez, se mantiene constantemente desarrollando conversaciones en las que destaca derrotismo, desesperanza, desánimo y negatividad. El patrañaso, embrollador e impostor no se cansa; permanece sin vacaciones con el objetivo de abrumar con sus mentiras generalmente mal intencionadas. Busca desmoralizar, llevando con acusaciones falsas e infamantes a la congoja y al remordimiento sin causa.
 
11.- Decir una cosa por otra, faltarle a la verdad forma parte de la conducta de aquel que con sofismas, embustería y ficción trata de hacerse merecedor de confianza, digno de ganarse la buena voluntad y acreedor de elogios de parte de la persona sincera y sin dobleces. Aquel que se mueve en el mundo de los trufadores y engañadizos no tiene la más mínimas condiciones para comportarse limpio y transparente porque está huérfano de claridad.
 
12.- El tramoyista es capaz de generar las peores diferencias entre personas que disfrutan la amistad sincera, y se encuentran unidas por afectos recíprocos. Por ser insidioso, el macaneador está en condiciones, con su espíritu rollista y ficticio, de crear desavenencia entre aliados ligados por la más sólida amistad y pura camaradería. Allí donde predomina la armonía, el que miente lleva la discordia.
 
13.- Aquel que tiene el hábito de hablar mentiras, por su postura fingida impide descubrir la forma de cómo reacciona ante un hecho. Con toda frialdad se muestra conformista e inflexible, adaptable e intransigente, rígido y maleable. El mentiroso posee el don de hacerse el débil; como el que está ya desfallecido, aunque conserva toda su fortaleza para en el momento oportuno exhibir su potencial de parlanchín, lenguaraz y gárrulo.
 
14.- El mentiroso, con el fin de alcanzar sus objetivos hace creer que es un ser humano fuera de serie; aparenta ser impresionante y de buen carácter; simula ser todo un emprendedor, listo para organizar, forjar y establecer lo que sea necesario para progresar. El falso, en su afán de confundir, hace suponer  que es muy educado, que está debidamente adiestrado, que es un ente social maduro, disciplinado para lo que sea, aunque en el fondo no es más que un irresponsable e informal.
III.- Temor justificado ante los mentirosos
 
15.- Aquel que tiene la oportunidad de estudiar detenidamente el conjunto de cualidades que distinguen al embustero, puede darse cuenta que es una persona caracterizada por la superficialidad; vive de la chismografía; es de naturaleza insustancial; se ocupa de asuntos sin trascendencia y gusta de abordar cuestiones irrelevantes. Su vocabulario es de poca significación y compuesto en su conjunto por trivialidades que emplea para menospreciar y quitar importancia a las virtudes ajenas.
 
 16.- Para hacer de la mentira un proceder normal hay que ser maligno por entero, abyecto de formación, malévolo por gusto y pérfido desde siempre. El que inventa perversidades contra alguien, no es de buen corazón ni de sanos sentimientos; no es un ángel, un bendito ni de buena pasta; no tiene nada de considerado ni mucho menos puede ser llamado un primor, una exquisitez de persona. El fabulador es perjudicial como ciudadano; deplorable como comunitario e inadecuado para compartir con los miembros de la sociedad que demuestran ser de buena calidad.
 
17.- Ante el mentiroso hay razón para mantenerse sobrecogido, lleno de espanto y horrorizado de pie a cabeza. No hay forma de ser atrevido, estar cargado de valentía ni de audacia. El accionar de aquel que se siente a gusto con la mentira, neutraliza cualquier gesto de bravura. No hay coraje, intrepidez ni temple frente al que hace de la mentira su arma preferida. El más audaz, brioso y denodado queda como cobarde frente al obrar del mentiroso.
 
18.- Para la paz espiritual lo que más conviene es mantener alejado al mentiroso, porque en la medida que se neutraliza su lengua, también se nulifica su obrar dañino. En verdad, lo determinante es suprimir toda relación con el embustero; hacerse de cuenta que desapareció; que dejó de existir, porque solo así se sabe que el ambiente se ha liberado de quien vive para deshonrar; empañar fama y oprobiar; deslustrar buena imagen y desprestigiar.
 
19.- Con el convencimiento que tengo de lo nocivo que es el mentiroso para la convivencia civilizada y la sana armonía, he llegado a formarme la idea de que mi temor hacia los ratones debe ser disminuido porque, en fin de cuentas, lo mío hacia ellos puede ser un miedo infundado, mientras que el justificado  horror cada día se afianza más en mi por las perversidades de los embusteros. Con respecto al ratón es posible que con el tiempo yo proceda, algo así, como echándole agua al vino, recogiendo velas, pero con el que habla mentiras debo actuar pensando siempre en el terror que me produce.
 
20.- Los ratones, históricamente, han sido tomados en cuenta positivamente, hasta el punto de que en la actualidad algunos seres humanos los tienen como animales a los que se les atribuye la virtud de traer buena suerte. Pero a ninguna persona con sano juicio se le puede ocurrir tener a un mentiroso como figura de cualidades para traer dicha. Por el contrario, el embustero es signo de desgracia, infortunio y desventura.
 
21.- En el medio social nuestro cualquier persona de sanos sentimientos y correcto proceder está llamada a resultar lesionada material o moralmente por un chismoso de los tantos que abundan y con los cuales, por una u otra razón, estamos llamados lamentablemente a compartir. El ser humano bondadoso es el más propicio a ser perjudicado por el embustero porque, como se ha dicho, “los propósitos que hace la persona sana de no engañar nunca a nadie, la exponen a ser engañada con frecuencia”.
 
22.- Al tratar con el mentiroso hay que ser sumamente ágil de mente porque: “Habla él con tan gentiles palabras, y tiene tal aire, promete con tanta pasión y jura con tanta gracia, que el ser engañado por él sabe a gloria”. Debemos cuidarnos de los mentirosos.