Cuando llega el momento

Eugenia sonríe más serena que nunca. Me gusta verla feliz al lado de un hombre con el que comparte inquietudes y futuro. Gran equipo. Importante en cualquier relación. Tener el mismo destino es fundamental. Al menos en las cosas elementales de la vida, que son las que uno determina y elige según va madurando.

Eugenia Martínez de Irujo es de las mujeres a las que admiro desde hace mucho. No recuerdo bien cuándo fue el momento en el que mi cabeza hizo clic para descubrir que no era una chica más y adivinar un alma discreta y capaz de adaptarse a cualquier circunstancia, que, por otro lado, es sinónimo de inteligencia.

No pretende nada, no impone nada. Es y acepta lo que viene sin querer demostrar nada. Le da igual una flor en el pelo que un estreno teatral o un pareo en Ibiza. Una charla sobre arte que un encuentro deportivo. Estar, sin más. Y llenar el espacio con tu presencia. ¡Eso es mucho! El mérito radica en conllevar una serie de circunstancias sin que mermen tu esencia. Acontecimientos y vivencias que te llegan casi sin darte cuenta y salir indemne y con una gran lección aprendida. Nunca volver, nunca mirar atrás, porque cualquier tiempo pasado fue eso, pasado.

Enfundarte un traje de campanilla, pasar de puntillas por lo que es irrelevante y jugar traviesa con el destino para ponerle un punto de diversión a lo trascendental. Dejar una estela de brillantina dorada al pasar y que, cuando te despidas alguien, pregunte: «¿Quién era esa chica?». Y es que ella es distinta a todas las demás. Generosa en la sonrisa y en la cercanía, pero sin concesiones. Cuando hay más que perder y lo que está en juego es una intimidad que ha costado mucho labrar, una no titubea.

Navegar en aguas turbulentas es lo que tiene, que enseña a mantener la calma, el equilibrio y sacar la cabeza del agua para respirar si hace falta. O eso o te ahogas. Y no es el caso. Lleva su barco por mares más agradecidos y reconfortantes hasta llegar a buen puerto. Barco sin bandera ni candados. Hacer lo que a uno le gusta en libertad no siempre es sencillo. En este país, a veces, se hace pagar caro ese tributo. Así que, llegar a lograrlo, tiene el mérito de quién es inteligente y sabe templar gaitas. Igual que conquistar con elocuencia, mano izquierda y cariño a partes iguales. Tiene a quien parecerse y rompe con lo que haga falta, pone distancia y deja a la una supuesta princesa de cuento fuera de juego.

Tengo la sensación de que a la pequeña le ha llegado su gran momento. Y que, igual que cuida y cultiva sus amistades y su esencia, la vida la va a cuidar. La pequeña, la hija pequeña es grande en todo. Pero ella sonríe, se quita importancia, hace un comentario saliendo del paso y sigue eso, su paso por la senda que le gusta. «La larga senda que siguen los pocos sabios que en el mundo han sido. Es la descansada vida del que huye del mundanal ruido». Sea al campo a alimentar sus mascotas o «lejos, muy lejos», como decía El último de la fila.

Chica lista y ahora más afortunada.

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