27 de Febrero, editorial del semanario católico Camino.

Servicios/Caribbean Digital

SANTIAGO, República Dominicana.- Se estila que el 27 de febrero, fecha de la Independencia Nacional, el Presidente haga cambios en el tren gubernamental para inyectarle energía a su mandato y crear cierto impacto psicológico que refresque su imagen.

En esta ocasión es casi una necesidad remenear la mata. Se nota cierta inercia y cansancio en el Estado. Los problemas nos arropan, y no vemos las respuestas urgentes para enfrentarlos.

El mejor termómetro para que los funcionarios observen cómo está la temperatura nacional lo presentaron los Obispos en su reciente mensaje con motivo de la fecha patria.

Es una radiografía diáfana de los principales males que nos afectan:

–    Corrupción administrativa

–    Niños y niñas deambulando por las calles, sin protección.

–    Jóvenes sin oportunidad de educación.

–    Dominicanos viviendo en casas indignas.

–    El Estado propiciando que el país se llene de bancas

de apuestas y juegos de azar.

–    Salarios injustos.

–    Participación de autoridades en actos delictivos.

–    Inseguridad ciudadana.

–    Impunidad y politiquería clientelista.

El llamado de los Obispos es una clarinada para despertarnos de la indiferencia y la apatía y así ponernos de pie para transformar tantos signos de muerte en hechos de vida, justicia y desarrollo para todos.

Aunque la fiebre no está en la sábana, sí nos indica que el paciente anda mal. Es como una luz roja que nos avisa el peligro. Ya es tiempo de que el Presidente se dé cuenta que tiene a su lado a varios funcionarios que no funcionan, que son una retranca en el camino del pueblo, que dañan su imagen, que se preocupan más por ellos mismos que por las grandes necesidades que tiene la población.

Así no podemos continuar. Recordemos que el mejor regalo que podemos hacer a los que ofrendaron sus vidas por la creación de una República Dominicana libre y soberana, es hacer realidad sus sueños de justicia y libertad. Cualquier alabanza a los Héroes de la Patria, divorciada de su pensamiento,  es pura hipocresía y demagogia.

Nada hacen con ofrendas florales y discursos bonitos si en la práctica se niega el anhelo de los trinitarios. Obra son amores y no buenas razones.